La filosofía y concretamente la visión de los estoicos de la misma está ligada de forma inherente a la virtud, entendiendo por la misma, Sabiduría, Justicia, Coraje y Templanza. Si analizamos la etimología de la palabra templanza, viene del latín temperantia y este del verbo temperare (en origen atemperar, hacer que algo modere su temperatura con arreglo al tiempo, también moderar), verbo derivado de tempus, temporis, la misma palabra que nos dio tiempo.
EL ORIGEN DE LA MODERACIÓN
En la antigüedad, antes del origen de las sectas y las religiones, existía una mitología a partir de la cual comenzaron a desarrollarse ideas, visiones y perspectivas para dar sentido a la naturaleza la humanidad en este mundo, comparándolo con sus homólogos divinos, los dioses, siendo un gran ejemplo lo que sucedía en el templo de la ciudad de Delfos, ciudad bañada en un clima de piedad y de efervescencia intelectual.
En dicho templo se despojaba de sus máscaras sociales, con la imagen de Apolo que, al fundar la ciudad, debió purificarse de la muerte de Pitón. (Apolo mismo debió, tras haber matado al monstruo Pitón, purificarse de su muerte. Es por tanto, por este acto violento que el dios fundó una de las ciudades más piadosas del mundo griego.)

La filosofía era practicada y fomentada, y es un oráculo de Delfos el que habría empujado a Sócrates a enseñar, después de que uno de sus discípulos habría informado que su maestro era el más sabio de los hombres. Varios lemas filosóficos adornaban el templo Plinio relataba que estos, estaban inscritos en oro y que era imposible cruzar el umbral sin fijarse en ellos, sin dejar que sus letras quedaran impresas en la mirada y en la mente. Ese era el propósito: una exhortación a la reflexión, a ser conscientes de algo muy concreto.: «conócete a ti mismo» (γνῶθι σεαυτόν / gnỗthi seautón), en el frontón del templo de Apolo, máxima que enseñaba la importancia de la autonomía en la búsqueda de la verdad (fórmula que Sócrates repetirá por su cuenta en el Cármides) y la de la introspección, así como una extraña «Ε», también sobre el frontón del templo y sobre cuyo significado los griegos se interrogaron durante largo tiempo, y que podría ser una manera de anotar la palabra εἶ eĩ, «tú eres», sobreentendida como «tú también tienes una parte divina». Sea lo que sea, la presencia del oráculo ha hecho de Delfos un lugar por excelencia de revelación de uno mismo, y la parte que nos acontece otro mensaje menos popular que decoraba las paredes del mismo templo, me refiero a “Medèn ágan” significa «nada en exceso» y de la misma forma que las otras citas, marcando un antes y después para los filósofos.
«Sólo con la moderación se puede estar preparado para afrontar los acontecimientos. Estar preparado para afrontar los acontecimientos es poseer una acrecentada reserva de virtud. Con una acrecentada reserva de virtud, nada hay que no se pueda superar; cuando todo se puede superar, nadie hay que conozca los límites de su fuerza.»
Lao Tsé
LA MODERACIÓN EN ORIENTE.
El camino de la templanza no era algo valorado solo por los griegos o los romanos desde la antigüedad , la moderación ha tenido un valor asociado a la religión en culturas de todo el mundo desde el comienzo de la escritura, filosofías o religiones de India, China o Japón han perseguido esta virtud desde los tiempos de Lao Tsé y Buda.
EL CAMINO DEL MEDIO
El Camino Medio o Camino del Medio (sánscrito: madhyamā-pratipad) es la práctica budista del No Extremismo, en el budismo theravada, el camino del medio cristaliza el camino por el que Gautama Buda alcanzó el estado de nirvana.
Siddartha nació en el reino de Kapilavastu, en el norte de la India (actual Nepal), en la dinastía de los Sakhyas. Era hijo del rey Sudodhama y la reina Maya Devi. Según la costumbre, Suddhodana llamó a un sabio para que vea a su hijo. “Signos supernaturales indican que este recién nacido será un gran asceta o se convertirá en un gran Rey”, le dijo el vidente. Al escuchar estas palabras, Suddhodana decidió resguardar a su hijo del mundo exterior y lo confinó al palacio, donde lo rodeó de placeres y riquezas. Entonces sucedió lo inevitable. A pesar de los esfuerzos de su padre, Gautama un día salió del palacio.
Vio cuatro cosas que cambiaron su vida para siempre: un anciano, un enfermo, un muerto y un renunciante. Al saber que las primeras tres no eran visiones extrañas sino el destino inevitable de todos los seres humanos, Siddartha se conmovió profundamente. A los treinta años decidió renunciar al lujo de la vida de palacio para encontrar la respuesta al problema del dolor y del sufrimiento humano. Se acercó a su esposa y a su hijo que estaban dormidos y se despidió de ellos en silencio. Posteriormente, ambos se volverían sus discípulos.

Siddartha llevó a cabo varias prácticas espirituales para realizar su verdadero Ser. Primero se encontró con cuatro ascetas que practicaban sus disciplinas con mucha intensidad. Decidió unirse a ellos y llevar una vida de renuncia extrema en los bosques. Pero pronto llegó a la conclusión de que ese tipo de existencia no conducía a la paz y a la autorealización, sino que simplemente debilitaba la mente y el cuerpo. De aquí proviene otro de los puntos centrales de las enseñanzas del budismo: el sendero medio. De su experiencia en el palacio y en los bosques, Buda concluye que el camino no está ni en el extremo de los placeres sensuales ni en el de las austeridades y las penitencias.
Después de siete años de búsqueda, decide sentarse en meditación con la inquebrantable determinación de no moverse hasta haber comprendido y realizado la verdadera naturaleza del Ser. Mientras estaba en meditación profunda bajo una higuera conocida como el árbol de Bodhi (árbol de sabiduría), Gautama experimentó el grado más alto de conciencia llamado Nirvana. En sus propias palabras: “La realidad que vino a mí es profunda y difícil de ver o entender porque está más allá del pensamiento”. A partir de su iluminación, Siddartha Gautama fue conocido como Buda, “el Iluminado”.
El Nirvana que alvanzó Buda a través de la moderación supone la huida de los extremos, ni la opulencia de la vida de palacio, ni el máximo ascetismo marcaron un camino para el iluminado, tanto la indulgencia con los sentidos como la automortificación y a través de la práctica de la sabiduría, la moralidad y el cultivo de la mente.
EL TAO Y LA MODERACIÓN
Lao Tsé nos invita a darnos cuenta mediante su prosa que la armonía reside en el equilibrio.
Todo el mundo considera al Tao como grande, solo porque es grande parece una nada en el mundo. Si quisiera ser algo en el mundo sé opondría a su verdadero principio. El Tao no es algo que pueda encontrarse en el mercado ni que se transmita de padres a hijos. No es algo que se obtenga con el conocimiento ni que se pierda en el olvido.
Tao Te Ching, Lao Tsé (Verso LXVIII)
Si el Tao fuera así, se habría perdido y olvidado hace mucho tiempo.
Yo poseo tres gemas preciosas que tengo ocultas como tres tesoros.
La primera se llama “compasión”.
La segunda se llama “moderación”.
La tercera se llama “humildad”.
Porque tengo compasión, es que soy valiente.
Porque tengo moderación, es que soy generoso.
Porque tengo humildad, soy señor de los vasallos.
Si alguien fuera valeroso pero no compasivo, si alguien fuera generoso pero no moderado, si alguien quisiera ser líder pero no tuviera humildad, estaría abocado a la muerte.
El amor vence cualquier ataque, es invulnerable en la defensa. Cuando el cielo quiere proteger a alguien,
¿acaso manda un ejército?
No, lo protege con amor.
Ser y no-ser se engendran uno a otro.
Tao Te Ching, Lao Tsé (Verso II)
Lo difícil y lo fácil mútuamente se integran.
Ancho y angosto se forjan uno a otro.
Alto y bajo se corresponden uno a otro.
Voz y tono se armonizan uno a otro.
Anverso y reverso se suceden.

Buen general no ama la agresión.
Tao Te Ching, Lao Tsé (Verso LXIX)
Buen guerrero no conoce el odio.
Si quieres vencer al enemigo, no te enfrentes a él.
Si quieres dominar a los hombres, ponte por debajo de ellos.
Esto se llama el poder del no-luchar.
Esto es usar la habilidad de los hombres.
Esto se llama desde la antigüedad estar en armonía con el cielo y es el poder más grande.
Esta escritura pertenece a la filosofía taoísta, algunos versos se remontan a, por lo menos, los siglos IV y V a. C. Su título original fue el Lao Tsé (Libro de los Venerables Maestros), llamado así por la mítica figura de Laozi (Maestro Lao).
LA TEMPLANZA Y LA INTEMPERANZA.
Para la cultura de oriente el budismo marcaba la linea de la moralidad, sin embargo, en la antigüedad de occidente esta linea se trazaba de mismo grado por diferentes causas, la religión griega ignoraba el concepto de pecado tal como lo concibe el cristianismo. La desmesura designa el hecho de desear más que la justa medida que el destino asigna. El castigo a la hibris es la némesis, el castigo de los dioses que tiene como efecto devolver al individuo dentro de los límites que cruzó, por lo que la hibris, pérdida de moderación se consideraba en la antigüedad la principal falta, pues se relaciona con el concepto de moira, que en griego significa ‘destino’, ‘parte’, ‘lote’ y ‘porción’ simultáneamente. El destino es el lote, la parte de felicidad o desgracia, de fortuna o infortunio, de vida o muerte, que corresponde a cada uno en función de su posición social y de su relación con los dioses y los hombres
HIBRIS – LA PÉRDIDA DE LA MODERACIÓN
La hibris (en griego antiguo ὕβρις hýbris) es un concepto griego que puede traducirse como ‘desmesura’ del orgullo y la arrogancia. No hace referencia a un impulso irracional y desequilibrado, sino a un intento de transgresión de los límites impuestos por los dioses a los hombres mortales y terrenales. En la Antigua Grecia aludía a un desprecio temerario del espacio personal ajeno unido a la falta de control de los impulsos propios, siendo un sentimiento violento inspirado por las pasiones exageradas, consideradas enfermedades por su carácter irracional y desequilibrado, y más concretamente por Ate (la furia o el orgullo). Como reza el famoso proverbio antiguo, erróneamente atribuido a Eurípides: «Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco»

Puedes observar cómo la divinidad fulmina con sus rayos a los seres que sobresalen demasiado, sin permitir que se jacten de su condición; en cambio, los pequeños no despiertan sus iras. Puedes observar también cómo siempre lanza sus dardos desde el cielo contra los mayores edificios y los árboles más altos, pues la divinidad tiende a abatir todo lo que descuella en demasía.
Herodoto
LA TEMPLANZA DEL CUERPO Y DEL ALMA DE ARISTÓTELES
En realidad, solo un profundo autoconocimiento puede indicarnos hasta dónde somos capaces de llegar y saber cuándo es el momento de detenernos para no excedernos. Por eso, Aristóteles hablaba a menudo a sus discípulos del “mesòtes” o justo punto medio, que también mencionó en su tratado “Ética a Nicómaco”.
Para Aristóteles, nada era bueno o malo en un sentido absoluto, sino que dependía de la dosis. Por ejemplo, tener muy poco coraje conduce a desarrollar una personalidad pusilánime, pero tener un exceso de coraje conduce a la temeridad. Al practicar la moderación encontramos el valor para hacer las cosas que valen la pena y la sensatez para no exponernos a riesgos innecesarios.

Aristóteles relacionaba la pérdida de la moderación y la intemperancia (pérdida de la misma) a los placeres de los que participan los demás animales, y por esos placeres parecen serviles y bestiales, y éstos son los del tacto y el gusto. Pero el gusto parece usarse poco o nada, porque lo propio del gusto es discernir los sabores, en cambio el glotón pedía a los dioses que su gaznate se volviera más largo que el de una grulla, pues creía que experimentaba el placer con el contacto, al caer en la desmesura de la gula por un temperamento licencioso caracterizado por ser atrevido y disoluto o carecer de moralidad en la gestión de sus deseos. A diferencia del glotón lo que hacen los catadores de vinos y los que sazonan los manjares, es distinguir con mesura pues no se pierden cuando experimentan placer con ello.
Los más comunes de los sentidos, el tacto y el gusto son los que definen el desenfreno, y con razón se censura, porque lo poseemos no en cuanto hombres, sino en cuanto animales. El complacerse con estas cosas y amarlas sobre medida es propio de bestias y seres no razonables; se exceptúan los más nobles de los placeres del tacto, como los que se producen en los gimnasios mediante las fricciones y el calor; pues el tacto propio del licencioso no afecta a todo el cuerpo, sino a ciertas partes.
Distingamos, pues, los placeres del cuerpo de los placeres del alma, como, por ejemplo, la afición a los honores y el deseo de aprender; pues cada uno se complace en aquello hacia lo cual siente afición sin que el cuerpo sea afectado en nada, sino, más bien su mente. A los que están en relación con estos placeres no se les llama moderados ni licenciosos. Tampoco, igualmente, a los que buscan todos los demás placeres que no son corporales; pues, a los que son aficionados a contar historias o novelas o a pasarse los días comentando asuntos triviales, los llamamos charlatanes, pero no licenciosos, como tampoco a los que se afligen por pérdida de dinero o amigos.
No podía estar más acertado, no podemos vivir en los extremos y no esperar consecuencias por ello. Practicar la moderación requiere dejar de pensar en términos de todo o nada, si o no, blanco o negro, bueno o malo, los estoicos sabían esto bien y por eso suprimían el juicio de todo aquello que no dependía de su voluntad de elección o representación.
LOS ESTOICOS Y LA VIRTUD DE LA MODERACIÓN.
Para los budistas era el camino del medio, Aristóteles en su Ética a Nicómaco desarrollaba la virtud de la templanza como un bien clave para una buena vida, los estoicos lo llamaban moderación, practicar la moderación es, probablemente, una de las cosas más difíciles en un mundo que nos empuja a los extremos y nos anima a anestesiar los sentidos con una corriente incesante de estímulos. Sin embargo, para filósofos como Aristóteles, o Buda, la virtud de la moderación era una piedra angular para vivir de manera equilibrada y feliz.
Si tuviéramos que medir lo que es bueno por la cantidad de placer que brinda, nada sería mejor que el autocontrol; si tuviéramos que medir lo que se debe evitar por su dolor, nada sería mas doloroso que la falta de autocontrol.
Musonio Rufo
MODERACIÓN Y AUTOCONTROL EN EL PLACER PARA LOS ESTOICOS.
En uno de los pasajes más extraños de las Meditaciones, Marco Aurelio señala con orgullo que nunca puso una mano sobre ninguna de sus esclavas. Dado que no hace otros comentarios sobre la esclavitud, la mayoría de los historiadores asumen que está haciendo una declaración sobre la autodisciplina. Cuando se considera a través de la lente de Meditaciones como un conjunto de reflexiones privadas que nunca tuvieron la intención de publicarse, uno podría ver fácilmente esta entrada como una especie de autoconfirmación de su bondad: que como el padre de familia de una casa rica y el líder de uno de los de la historia. imperios más grandes, Marco Aurelio de la misma forma que era costumbre emperadores como Tiberio o Calígula podría haber tenido relaciones sexuales con sus esclavas, pero por elección no lo hizo.
El mínimo de esperar en ocasiones no trata de actuar de forma memorable y virtuosa, sino el no actuar de forma reprochable. No engañar a su pareja, no agredir sexualmente a una persona cautiva, no tomar aquello que no nos pertenece de alguien despistado, estos no son logros, deberían percibirse como el estándar mínimo, se podría argumentar, para ser considerado una persona buena, moral y virtuosa. Y, sin embargo, no son nada, especialmente en ese entonces.
El autocontrol es un atributo intelectual también llamado control de impulsos o poder de la voluntad, y mide nuestra paciencia a la hora de esperar por nuestros deseos.
Daniel Goleman, psicológo y periodista científico, lo incluye como una característica importante dentro de la inteligencia emocional. Explica que, quienes carecen de autocontrol, buscan la gratificación instantánea y les resulta más difícil lograr la autorregulación emocional.
Observemos la disciplina, la verdadera disciplina no es fácil, es más fácil dormir hasta las 10 que levantarse a las 7, es más fácil encender la tv que apagarla, es más fácil entrar en Instagram que salir, es más fácil comer un pastel que dejar de comerlo..
¿Podemos decir todos que hemos actuado con el mismo tipo de moderación, el mismo tipo de autodisciplina, el mismo tipo de virtud? ¿Cuántas veces hemos ejercido ese poder, consciente o inconscientemente? ¿Cuántas veces nos hemos aprovechado, ganado ventaja? ¿Hemos respetado siempre a las personas que la sociedad da por sentadas? ¿Que damos por sentado? ¿Sabes la respuesta con certeza? Si no, es importante pensar, porque todos debemos ser conscientes de las dinámicas de poder, los privilegios de nuestras posiciones. Por nuestra edad. Por nuestro trabajo. Por lo que alguien piensa de nosotros. Por nuestra plataforma. Por nuestro género. Debido a diversas tradiciones, expectativas o normas sociales.
Esto es complicado de explicar a personas negadas a la filosofía atrapadas en las ideas de extremos que promueve la sociedad actual que pretende separar a las personas poniendo a unas contra otras.
La clave radica en permitirnos todo, en su justa medida, no negarse a experimentar y caer en el juicio de lo bueno o lo malo, pues ya lo dijo el médico Paracelso, es en la dosis donde encontramos el veneno, y es en la dosis del veneno donde encontramos la cura para el mismo.
Tratemos de conocernos lo suficiente como para saber nuestros límites y usar la moderación para no excederlos.
Siempre podemos seguir el consejo de Abraham Lincoln “Es más fácil reprimir el primer capricho que satisfacer a todos los que le siguen”.
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